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La promesa de intervención militar: el favor más grande para Nicolás Maduro y los demás post-chavistas

Militares del Ejército colombiano y norteamericano.

Militares del Ejército colombiano en una operación y el desembarco de uniformados del Ejército norteamericano.

La promesa de intervención militar: el favor más grande para Nicolás Maduro y los demás post-chavistas

 

No es para nadie un misterio que Venezuela está pasando por uno de sus peores momentos visto desde lo económico, político y social; la hiperinflación, escasez de productos y servicios básicos, emigración masiva y levantamiento social, son estos algunos síntomas de ello.

 

Columnista invitado

Jueves, 27 de septiembre de 2018

Por Steven Jones-Chaljub

 

Por estos días viene rondando en diferentes escenarios la sombra de la intervención militar en Venezuela como medida a la crisis humanitaria que vive dicho país, crisis que, a decir verdad, es bastante real. Muchos son los argumentos empleados por sus proponentes, dentro de los cuales se destaca la ‘Responsabilidad de Proteger’.

La ‘Responsabilidad de Proteger’ fue aceptado en el 2005 por las Naciones Unidas como principio del Derecho Internacional y,  como tal, al menos en teoría, es visto como una de esas cosas que los Estados simplemente no pueden ignorar. Este principio, soportado en la premisa que la soberanía confiere a los Estados tanto el derecho de controlar sus ‘asuntos’ como la obligación de proteger a sus habitantes, sugiere que la comunidad internacional debe intervenir militarmente en defensa colectica de la población civil cuando algún gobierno haya demostrado la incapacidad o displicencia en evitar el genocidio, limpieza étnica, crímenes de guerra, así como el empleo premeditado y sistémico de prácticas que encajan en la categoría de crímenes de lesa humanidad (ej. asesinato, deportaciones, desapariciones, ejecuciones extrajudiciales, encarcelamiento, entre otros).

Ahora bien, más allá del debate sobre las razones que haría merecedor al gobierno actual de Venezuela de una intervención militar o, más complejo aún, si la comunidad internacional, en particular los miembros del Consejo Permanente de Seguridad de las Naciones Unidas, pudiese llegar a un acuerdo, existe una debilidad importante en el empleo de este lenguaje beligerante que no se ha considerado lo suficiente, y que está beneficiando a Nicolás Maduro.  Esta debilidad se gesta de la mezcla de la táctica política denominada ‘enemigo externo’ y el legado lingüístico de Hugo Chávez.

No es un misterio para nadie que Venezuela está pasando por uno de sus peores momentos visto desde lo económico, político y social; la hiperinflación, escasez de productos y servicios básicos, emigración masiva y levantamiento social son algunos síntomas de ello. Y, en el centro de esta vorágine, se encuentran los herederos de Hugo Chávez, como son Nicolás Maduro y los demás individuos que controlan las instituciones remanentes del poder público venezolano.

Es común que los ‘herederos’, si pueden llamarse de esa manera, hagan uso del discurso que permitió a sus antecesores triunfar o mantenerse en el poder, y los post-chavistas no son diferentes. Si se mira en retrospectiva el discurso de Nicolás Maduro, así como de los otros miembros de su línea política, él adoptó sin reparos al ‘imperialismo Yankee’ como enemigo principal de la ‘Revolución Bolivariana’. Sin embargo, y luego de las aproximaciones de la Administración de Obama con los Castros de Cuba, el lenguaje migró hacia Colombia, luego a Perú y Argentina, retorno a Estados Unidos cuando fue elegido Trump, y ahora se centra en la Organización de los Estados Americanos.  Y es que, comentarios como el hecho por Maduro al actual Secretario General de la OEA Luis Almagro – “Si usted dice que a Venezuela hay que invadirla, prepare su fusil, basura” – no pueden interpretarse de otra forma.  La pregunta a responder es por qué se dan estos cambios, pero se mantiene la noción de la amenaza latente hacia la ‘Revolución’ y el Estado venezolano. La respuesta a esta pregunta radica, retornando, en el ‘enemigo externo’.

La táctica del ‘enemigo externo’ es simple; ésta busca encontrar una fuente exógena a la cual se le pueda adjudicar la culpa de una situación, generalmente negativa, para luego convocar la unión de un grupo o comunidad en torno a la expurgación de dicha fuente de mal y desgracia. Se debe aclarar que la elección  de ese otro culpable fuera del círculo de la comunidad ocurre cuando las fuentes de discordia interna han sido menguadas o acabadas. De allí que, en el caso venezolano, los gobiernos extranjeros e instituciones internacionales hayan ocupado el puesto del enemigo que otrora se le adjudicaba a la oposición de Henrique Capriles, Leopoldo López, María Corina Machado, Lilian Tintori, Antonio Ledezma, entre otros.

En cualquier caso, el empleo del ‘enemigo externo’ es sumamente útil para los post-chavistas por dos razones principales. En primer lugar, permite distraer a la población de las causas reales de los problemas, así como mantener una cierta unidad nacional que impida un levantamiento generalizado tipo ‘Primavera Árabe’. Y, en segundo lugar, facilita el empleo del estado de excepción, brindando poderes extraordinarios para tomar decisiones legislativas y hacer uso del poder coercitivo en procura de la seguridad nacional. Si bien estos elementos no garantizan que Nicolás Maduro se mantenga en oficio, por lo menos sí le otorgan un margen de maniobra importante.

Lograr los efectos mencionados del ‘enemigo externo’ no es algo que ocurre automáticamente; el interlocutor que emplea la táctica debe tener cierta credibilidad. En el caso de Venezuela, la ‘Revolución Bolivariana’ ha logrado construir y mantener, vía subsidios y dádivas, una base en la población y la Fuerza Pública que no se puede menospreciar. A pesar de ello, no era posible afirmar que el apoyo de dicha base fuese sostenible, y mucho menos que pudiesen convocarles en unidad nacional ante la manifestación de una verdadera amenaza militar, pero esto está cambiando.

Hasta hace muy poco las exclamaciones del gobierno de Venezuela eran tratadas como simple especulación, incluso rayando con el delirio. Sin embargo, al ponerse sobre la mesa la posibilidad de una actuación militar por razones humanitarias, los post-chavistas obtuvieron el elemento faltante para reafirmar su argumento ante la base que controlan, aumentando considerablemente su credibilidad y posición como defensores de la ‘Revolución Bolivariana’ de Hugo Chávez. Peor aún, la sombra de una intervención de este tipo ha caldeado los ánimos de Estados Unidos, Rusia, China e Irán quienes, dado los diferentes intereses en la Región, pudiesen verse obligados a intervenir en caso de actuaciones unilaterales, arrastrando a toda Sudamérica a una situación que a nadie de conviene.

En definitiva, el lenguaje beligerante en defensa de los derechos humanos sólo está complicando las cosas más para Venezuela, y está poniendo en riesgo a toda la Región. Así, los líderes actuales tienen dos opciones reales para lograr la transición en dicho país: emplear medidas que no implican el uso de la Fuerza según lo dispuesto en el Artículo 41 del Capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas, o esperar que la situación social desencadene un conflicto interno con todo lo que ello significa.  En cualquier caso, el panorama no es amigable, y los vientos que soplan llaman a permanecer alerta.

 

Steven Jones-Chaljub
Colaboración especial para El Home Noticias.com
saladeredaccion@elhomenoticias.com
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Editor general El Home Noticias.

1 Comment

  1. Bernardo Alvarez dice:

    Excelente artículo
    Muy claro
    Pero nada sencillo

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