Elogio del fútbol

OPINIÓN

Por: Rodrigo Zalabata Vega

Abogado y escritor colombiano

Un pensador de la imaginación definió el fútbol dejándolo jugar en su concepto: “Es la inteligencia en movimiento”. La frase, como el éxtasis de un gol, no concluye nada por sí misma pero lo define todo, y escapa con gran habilidad de su propia afirmación.

Al intuir una gran jugada, las piernas de un jugador correrán turgentes con tal emoción que al desarrollarla pisoteará lo pensado, pero al lograrla, segundo después de haberla olvidado, habrá alcanzado el prodigio de la revelación del instinto; con una conclusión indefinible: logró pensar lo impensado.

Amén de un efecto mágico: iluminó el instante.

Ejercicio de la mente y reflexión del cuerpo. Al futbolista le brota una idea de juego, la cual desciende con deliciosa imaginación corporal y termina su creación con los pies. La inteligencia en movimiento desarrolla una dinámica que va más allá del horizonte en que se piensa la razón, hasta descubrir el nuevo mundo de la fantasía, mostrando un talento divino que desafía los límites del tiempo; lo vuelve ilusorio, lo detiene en las tardes inútiles del domingo. Una jugada genial queda filmada para siempre en la memoria, manteniendo vivo el pasado. Un día de fútbol despierta la alegría y la anima a vivir sucesos extraordinarios. Así para quien juega como el que lo padece y grita.

La forma elíptica de un estadio describe en trazo recién creado al universo; si está lleno representa al género humano. El terreno de juego es la tierra despejada en deseo de aventuras; está decidido para que suceda la historia; dos ejércitos de paz la decidirán jugando. El mundo renace lleno de amores y pasiones. El aliento de la hinchada sublima el ánimo soberano de un león que ruge.

En ningún lugar de la historia, como en el campo sagrado de una Copa Mundo, las naciones dieron todo por llevarse nada; ambicionaron el viento por abrazar la gloria. El campeón ceñirá la corona invisible del nuevo reino, levantará un trofeo de oro con el único valor de consagrar el botín de su hazaña.

En cualquier aldea de la tierra la civilización se construye en el entretiempo de un partido de fútbol, cuando haya que encontrarle alguna razón a tanto motivo de felicidad. El balón es una luna caída imaginada por un niño, al tomarla un adulto le pegó manchas como si hubiera pecado. Algunas crónicas de un ayer mal contado reseñan guerras que fueron interrumpidas por un partido de fútbol; es lo contrario, las guerras interrumpen el partido de fútbol que jugamos desde niños, que dejamos de jugar el día que nos hace falta la muerte. Un pálpito del corazón enseña que el juego es el deporte de los niños y el deporte el juego de los adultos. Las tácticas, al igual que las filosofías, nos explicarán lo difícil que es ser feliz.

Me pregunto… ¿Qué ha de faltar una tarde de domingo, donde la naturaleza es eterna mientras Dios duerme, el sol descansa la brisa, el clima está en silencio, el tiempo espera, la humanidad completa está reunida porque Pelé y Maradona volvieron a calzarse los guayos y el árbitro va a dar el pitazo inicial?

¡Oh, Dios, el fútbol!

Columnista invitado por el HOME NOTICIAS

Rodrigo Zalabata Vega

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