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Daniel Santos Carrillo.

'Con la mano en la masa': El abogado Daniel Santos Carrillo desde un puesto de empanadas en el Atlántico analiza la actuación de la Policía.

Un código de policía sin tacto social, en su aplicación

Una empanada ha amasado el más fuerte debate y una ola de rechazos por las sanciones a dos personas que fueron sorprendidas por uniformados comprando este producto a vendedores ambulantes. Nuestro columnista, el abogado Daniel Santos Carrillo, ubica esta animadversión nacional en su lupa.

 

Miércoles, 20 de febrero del 2019
Daniel Santos Carrillo.

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Por: Daniel Santos Carrillo

Constitucionalista y Administrativista

El mal momento por el que franquean los integrantes de la Policía Nacional de Colombia no ha tenido otro origen que en la acometida a un ‘producto alimenticio’ de la gastronomía nativa, que se consume sin distingo de clases por los colombianos y que hace parte de un ‘desayuno propio de la cultura criolla’: la rica y apetitosa empanada.

En este debate resulta fallido el comunicado oficial del cuerpo de Policía, también la salida pública del mayor General Óscar Atehortua Duque, director General del mismo organismo, al defender un procedimiento que dejó al descubierto la pobre capacitación de nuestros policías, que valga señalar, no son los responsables de semejante desatino en la realización de un procedimiento que obedece al objetivo del Código Nacional de Policía y Convivencia: de su carácter preventivo.

Es la dificultad en la interpretación de 243 artículos que lo componen, fue lo que llevó a semejante yerro, no la judicialización del ciudadano Steven Claros, en cambio sí a la ‘contravencionalización’ de una conducta propia y habitual de los colombianos a la hora de alimentarse, de cualquier nivel social o cargo público. Un procedimiento policial a todas luces equívoco.

Pero si le añadimos otras consideraciones, surge en este escenario la posición temperamental del policía que lo lleva a imponer una medida sin el mínimo razonable y coherente que demanda el carácter preventivo y haciendo uso de la Norma de Convivencia, acto que trascendió al abuso.

«Más allá, sin ser el caso, la Norma sobre la convivencia se hace una herramienta nefasta para la corrupción. Es que ya existen quejas, denuncias e incluso gruesos y copiosos informes, propios de la inteligencia policial (que por el carácter reservado no habrá divulgación oficial alguna)».

Como están las cosas no vamos bien con la normativa convivencial, en cuanto a su aplicación, aunque se diga lo contrario. Las intervenciones que han hecho sobre la ‘empanada en la Policía’ el ponente del Código y Congresista Germán Varón; la doctora Gloria María Borrero, Ministra de Justicia; el propio brigadier General Mariano Botero Coy, Comandante de la Policía Metropolitana Barranquilla; el alcalde Alejandro Char Chaljub; y una sesión en el Congreso de la República al respecto, nos dan por completo la razón.

Ya en el departamento del Atlántico, en  Luruaco con la Arepa ‘e Huevo y en Soledad con las tradicionales butifarras, hay una muy sería preocupación por esa extremista interpretación del Código, que fuera de golpear la dignidad humana también lo hace con el derecho al trabajo.

«Esta bola de nieve, que en la medida que rueda se va haciendo más grande, se está nutriendo por la falta de tacto social en los procedimientos del policía y una completa ausencia de preparación en la interpretación legal».

No es la reprensión al ciudadano el camino a seguir por nuestros policías lo que va a generar el orden –que sea de paso reconocer que el policía no se encuentra en las mejores condiciones de promoción en sus carreras, en sus salarios y profesionalización–. Son ellos los que lo arriesgan todo, expuestos al escarnio por una impopular medida, también a las arremetidas del terror y el crimen organizado.

 

Daniel Santos Carrillo

Columnista invitado EL HOME NOTICIAS

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2 Comments

  1. Régulo Osorio dice:

    Recuerdo una vez un oficial cuando íbamos a salir a vigilancia dio una orden que nos pareció equivocada, al presentarle el respetuoso reproche él respondió, usted no se manda, efectivamente tuvimos que cumplir la orden. Así, según los medios que lograron entrevistar a los muchachos dijeron que, es que los policías no se mandan solos, seguramente, decimos nosotros, fue la instrucción o la «consigna» a la hora de salir al turno, pero bien, se tantas cosas que hace un uniformado en la calle y al jefe se le ocurrió recordarles que sobre la zona dónde iban a patrullar ese día, había una fallo de tutela que prohibía la presencia de vendedores ambulantes o estacionarios, los policías no advirtieron como se dijo a los muchachos sobre la prohibición, ellos los abordaron cuando ya se estaban comiendo la empanada, y luego de una calmada discusión fueron multados, y el debate, si se sabía lo del gallo de tutela, porqué no multaron al que vendía las empanadas? El referido artículo del CNP dice en pocas palabras que el comprador, al comprarle al fritanguero, inducía al personaje a «invadir» el espacio público. No era mejor multar al invasor y a los muchachos hacerles el respectivo «llamado de atención» y todos tan tranquilos? Es que vendedor, digo yo, está acostumbrado a ser requerido por la policía casi siempre por ese motivo. O la orden del jefe de turno era al revés.

  2. Alfredo Buitrago dice:

    Me encanta su análisis, no por ser el primero o ser verdad revelada, sino por du origen. Viene éste anslisis de alguien que conoce a la institución y pertenece a un centro de pensamiento en defensa policial.
    Les canta la tabla en sus narices a un grupo de servidores públicos abusivos, impreparados y prepotentes.
    Ojalá ésta fenomenologia nacional produzca cambios en esa norma que constituye un adefesio jurídico, que algunos «jurisconsultos» pretenden avalar.

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