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Diálogo
OPINIÓN
Viernes, 1 de julio del 2022
Por: Rodrigo Zalabata Vega
Abogado y escritor colombiano
Reunión no significa unión, pero concita el ideal democrático original de tramitar las diferencias a través del diálogo, sin imposiciones unilaterales de fuerza de las propias ideas, así se esgriman institucionales.
Después de 200 años de vida republicana, en los que la democracia fue utilizada como un simple mecanismo electoral para instituir el poder, se nos hace extraño que llegado un gobierno democrático propicie el diálogo para lograr un Acuerdo Nacional cimiente de la paz, fruto de la palabra, para superar la algarabía sin razón que siembra la cizaña de la guerra, el lenguaje contrariado de las armas que, como un parto de monte, solo produce silencio: la muerte.
Ese poder en trámite de gobierno obedece a que fue elegido para el cambio de esa historia, por agotamiento de la guerra, que consiste en la lucha por el poder, el predominio de uno sobre todo, para darle paso a la convivencia, que es la lucha diaria por la paz, en cada casa, en cada barrio, en el alma de los pueblos, por consensos justos que, como el fiel de la balanza, equilibren las diferencias.
Siempre se ha dicho que el poder no se discute, mande aunque mande mal, lo cual obedece a una tradición teológica del poder, en cuyo ejercicio cualquier tragedia que ocurra se nos inculca que fue porque Dios así lo quiso, y que el cielo habrá de esperar.
Es lo contrario, si miramos el poder al trasluz de la democracia la única regla indiscutible habría de ser: el diálogo no se discute.
Es la manera posible de institucionalizar la libertad a través del poder, la revisión permanente de las ideas, lo que hoy es verdad mañana podría no serlo, pero eso solo podríamos saberlo a través del diálogo continuo.
El diálogo es el hilo de Penélope con que una sociedad teje y desteje sus esperanzas, con el que se elabora el tejido social como ideal de familia.
Ya lo había dicho de mejor manera el poeta José Bergamín: «Siempre existirá en las palabras un lugar inaccesible a la violencia». Porque incluso, si hay una palabra que cause daño, se dirá una mejor que la sepa sanar y perdonar.
Es por ello que la actual reunión entre el electo presidente Gustavo Petro y el ex presidente Álvaro Uribe, encaminada hacia un gran Acuerdo Nacional, significa para la historia de Colombia el diálogo tardío, arrojado a una conclusión cruenta con dolor de patria, que nos pudo evitar 200 años de guerra.
La derecha y la izquierda no tendrían sentido si en el centro no existiera un cuerpo social cuyo corazón palpita esperanzado, ¿es posible que en medio de todos puedan abrazarse?
La reunión terminó pero es un diálogo que tenemos que continuar todos los colombianos.
Columnista invitado por el HOME NOTICIAS
Rodrigo Zalabata Vega
E–mail: rodrigozalabata@gmail.com
Editor general
El Home Noticias.
3 Comments
Excelente análisis escritor, con esta presidencia, de Petro, seguro transitaremos a una época de paz en Colombia.
Rodrigo es un cultor de la paz. Sus palabras. llenas de posibilidades para crecer como país hermano, entre sus nacionales es una carta que queda sobre la mesa, quien la abra, encontrará esa posibilidad y la misma, será extendida a todos los nacionales, los que ya vivieron, los que ahora vivimos y los llegarán a vivir años más tarde. Ese piso de concordia, que es el diálogo es el instrumento que se debe vigorizar en las aulas de los hogares, luego en las escuelas, colegios y universidades; si aprendemos a dialogar, aprendemos a respetarnos e incluso, amarnos en nuestras individualidades. Gracias Rodrigo, mi amigo de tesis varias…
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