El viejo Adolfo

OPINIÓN

Por: Rodrigo Zalabata Vega

Abogado y escritor colombiano

Buscando consuelo, paz y tranquilidad se fue Adolfo Pacheco a llenar el abrazo ausente de su padre, el viejo Miguel, al que también inmortalizó antes de morir, en la mejor obra que queda de la nostalgia por la partida.

Las canciones de Adolfo Pacheco son lugares eternizados en el tiempo, en los que se hace anfitrión de todo el que entre en sus historias y por su sentimiento adoptivo nos vuelve sus paisanos.

Los espacios que crean sus letras de amor nos harán escuchar su voz como si llegara de visita a tomarse el tinto de la mañana.

Una vez allí la hospitalidad que puede albergar a todo el pueblo vallenato y mecerlo en La Hamaca Grande de su canto universal.

Gracias infinitas, amado maestro, por tenernos presente en sus canciones, como si todo el que las escucha las hubiera vivido.

Al igual que su padre, por más que no pueda quedarse graba en cada corazón agradecido la huella de quien bien fue no se ha ido.

Columnista invitado por el HOME NOTICIAS

Rodrigo Zalabata Vega

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