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Bajo el mismo amparo de emergencia, la Comisión Nacional de Crédito Agropecuario, presidida por el Ministro de Agricultura, aprobó, mediante la Resolución 001 de 2020, una línea especial de crédito llamada Colombia Agro Produce. (Foto cortesía: Pixabay)

Las cuentas de la peste

OPINIÓN

Sábado, 16 de mayo del 2020.

Rodrigo Zalabata Vega.

Ya entrado en cuentas del Covid–19, el Gobierno declaró el Estado de Emergencia Económica, Social y Ecológica en el territorio nacional, a través del Decreto 417 de 2020, como lo prevé el artículo 215 de la Constitución, con el cual se fija desde rango constitucional el orden de prioridades del Estado colombiano: 1) económico, 2) Social, y 3) ecológico; cuando toda acción gubernamental en el mundo actual debería estar dada, sin excepción, en el orden contrario.

En desarrollo de esa emergencia, expidió el Decreto 444, encaminado a prestarle los primeros auxilios al sector financiero, y aplicarle una vacuna económica que lo salve de la pandemia y lo haga inmune al virus biológico que ataca a los humanos. Creó el Fondo de Mitigación de Emergencia FOME, cuyas fuentes de financiación serán los dineros ahorrados por las regiones, a través del Fondo de Ahorro y Estabilización FAE, de su participación en las regalías de la explotación de los recursos naturales no renovables, y del Fondo de Pensiones Territoriales FONPET, destinado a las pensiones de los viejos paisanos; tomados en préstamo para inyectar liquidez a los bancos y establecer líneas de créditos para empresas, con la correspondiente comisión de servicio, y movidas de inversión de valores que reanimarán las acciones de tales organismos, desmayadas en los centros de atención financiera en las bolsas de valores de sangre que reciben de los trabajadores que sostienen la economía real.

Bajo el mismo amparo de emergencia, la Comisión Nacional de Crédito Agropecuario, presidida por el Ministro de Agricultura, aprobó, mediante la Resolución 001 de 2020, una línea especial de crédito llamada Colombia Agro Produce, con una asignación presupuestal de $226 mil millones, para ser gestionados por Finagro, entidad ejecutiva del orden nacional, cuya declaración se decía encaminada a favorecer a los pequeños productores del campo, con créditos blandos, a fin de sostener el abastecimiento de alimentos que mantuvieran el aislamiento obligatorio declarado por el gobierno para todo el país.

Lo que sucedió fue que del 27 de marzo, fecha de su expedición, al 31 de marzo, en pleno ataque del virus, de la suma inicial fueron a parar el 94% a grandes empresarios, un 4% a medianos empresarios, y solo el 2% para los desfavorecidos campesinos; sin contar el infaltable cobro del 6% de intermediación de los bancos, ciegos a cualquier criterio de justicia, si siempre salen favorecidos por derecha. Lo cual no son datos de la oposición sino de la propia Contraloría General de la Nación, quien hizo la denuncia pública.

Pero no es motivo de preocupación, los dineros prestados en el esfuerzo que hace el gobierno serán devueltos con honradez por parte del Estado, contando sus intereses, de próximas reformas tributarias que nos hagan pagar.

Sin olvidar el escándalo de corrupción que desató el programa Ingreso Solidario, creado para dar un subsidio de $160.000 a 3 millones de personas vulnerables, pero que se volvió una piñata en favor de beneficiarios invisibles, igual al virus de que trata, cuyos funcionarios a cargo fueron blindados jurídicamente.

Los dineros asignados para desarrollar los acuerdos de la paz, a través de Fondo Paz, no han sido ajenos a la inversión de valores en esta guerra sin enemigo. De lo destinado a cicatrizar la enorme herida de violencia en la historia de Colombia, se dispusieron más de 5.000 millones para maquillar la imagen del presidente Duque en redes sociales, con la agencia Du Brands, en $3.350 millones, y en encuestas narcisistas de cómo se ve ante la opinión pública, con Invamer y Centro Nacional de Consultoría, para concretar con quienes inspiraron y prohijaron su imagen de presidente cuando aún era invisible como el virus que nos ataca.

Al final de cuentas, es el tratamiento que nos da el Gobierno para mantener libre de contagio al gran capital, prescrito en la fórmula del neoliberalismo, pero inspirado en la filosofía china, en donde nació el virus, no pierde la oportunidad para hacer de la crisis una oportunidad de negocios, de tal suerte que mientras el Covid–19 ataca a los humanos, y la atención de la enfermedad sea un servicio de los que puedan pagar, ya podrán normalizar las muertes que vayan sucediéndose hasta alcanzar el celebrado y publicitado triunfo de recuperar la economía.

 

Cumplida la labor, el gobierno podrá recuperar sus credenciales políticas, presentado por la gran prensa como el salvador que nos devolvió al Estado en que vivíamos, en donde las muertes son normales porque son propias del sistema y no de un intruso, con autodefensas para los malestares gripales de la justicia que a veces se les pega, sin control político porque lo que se diga serán fiebres malsanas de la oposición, y así favor con favor se paga a los que lo eligieron por financiación.

 

Columnista invitado por el HOME NOTICIAS

 

Rodrigo Zalabata Vega

E–mail: rodrigozalabata@gmail.com

 

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