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Como una embarcación transatlántica, Colombia es un país que navega sin rumbo entre dos grandes océanos. (Foto cortesía: @Pixabay).

S.O.S Titanic Colombia

OPINIÓN

Sábado, 26 de septiembre del 2020

 

Rodrigo Zalabata Vega.La pregunta que hoy causa más terror que su respuesta, antes que pase la tormenta invisible que nos azota y recojamos a pedazos los estragos de la realidad, es ¿qué va pasar con Colombia? Y a duras penas podríamos imaginar el futuro siguiente al día, con la esperanza de un amanecer vivo.

No puede preguntarse más allá, estamos entrabados en un presente de pesadilla, en el que soñamos resistir en el ayer para evitar morir al despertar sin mañana.

Es tanto el horror al que sobrevivimos a diario que el gobierno encargado de cuidar la vida aprovechó la pandemia súbita como una oportunidad para no morir.

Como un aborto premeditado que pudo evitarse, su opción de salvarse es nacer a la luz pública a depender de quienes lo concibieron a las carreras y sin desearlo, pero que al final de cuentas lo tienen en la casa para hacer los mandados.

Así llegó este gobierno a ejercer su mandato: como un mandado.

Por ellos sus primeros días llegó gateando a hacer en pañales lo que le dejaban pensar; el destino ajeno, Venezuela, sin tomar posesión en la consciencia propia.

Al labrarse sus propias metas se encaminaba decidido por los que lo llevaron de la mano, porque llegaba a cumplirles a quienes lo escogieron por financiación y no al pueblo que bien o mal, en datos oficiales, lo eligieron para ejercer su gobierno.

Así, sus políticas de primera orden fueron dadas a despejar de abrojos tributarios el camino real del gran capital, bajo la vieja idea neoliberal que si los ricos llegan a ser más ricos producirán el milagro económico de sacar a los pobres de la nada.

Para estrenarse, con el corte presupuestal les elaboró sobre medida el traje fiscal, una reforma tributaria que les desabrocha el corset impuesto que les ajustaba la ambición, para que puedan crecer sin pudor la barriga.

La ley 2010 de 2019 les quita, para sumarle un pelo a un gato, 14 billones que estaban habituados a pagar, una estrategia de caracol ya que es la suma propuesta a recaudar. Es decir, su efecto inmediato ordena distribuir los mismos impuestos de los ricos entre los pobres, llamados con arribismo clase media.

El argumento es igual al de todos los gobiernos: el ajuste fiscal sobre la deuda pública; a cuyo pago somos llamados como soldados de la nación para salvar a la patria, los pertrechos de sostenimiento de la casa republicana, porque el destino económico es otro, a ese no somos invitados, salvedad hecha de “deudas públicas y beneficios privados”, el sentido contrariado de la equidad; o empeñar el sagrado corazón de Jesús en “virtudes públicas y vicios privados”; ya que la fiesta democrática se reserva el derecho de admisión.

La narrativa neoliberal nos hace creer que vamos en la misma nave hacia un mismo destino, pero la realidad no es así, los momentos críticos nos revelan tal cual somos. El gobierno lo ejemplifica de la peor manera, si ha hecho de la crisis humanitaria del Covid–19 una oportunidad de negocios para el gran capital.

La banca aumentó billonariamente utilidades, si han tramitado la pandemia en sus cuentas, para capitalizar sus acciones en las bolsas de valores. Las EPS atienden los enfermos y muertos por los que el Estado debe pagar. Los días sin IVA cuadraron caja a las grandes plataformas comerciales, financiadores de la campaña presidencial, para recuperar sus inversiones; lo que coincidió con la multiplicación de contagios y muertes por el virus que enfebrece su codicia.

Mientras tanto la pequeña y mediana industria, la empresa de la clase media, a escala la tienda del barrio para la manutención diaria, se debate en la muerte económica, sin poder darse la mano con el pueblo del que ya no puede fiar.

Colombia es hoy el mejor ejemplo del mal ejemplo que ocurrió en la tragedia del Titanic. Cual naufragio de la mítica nave, hacemos parte de la embarcación en tanto y solo si podemos pagar el pasaje, pero al chocar con un factor inusitado y sentirla naufragar sale a flote el verdadero espíritu que la aborda, en la que cohabitan tres clases de pasajeros, cuyos intereses ni siquiera se tocan; no obstante, viajan juntos hacia el lugar de arribo que no es su mismo destino.

Al igual que aquel hecho trágico de la historia, la nave representa el Estado que se obedece a manos privadas, de una clase propietaria que se enriquece con la renta que produce el destino feliz que nos dibujan; una clase media que es capaz de pagarlo todo con tal de arribar; una clase trabajadora a la que cada vez más le quitan sus derechos, hasta convertirlos en piezas fungibles de funcionamiento del motor que la impulsa, si se tiene en cuenta para ser aislada en sus literas mientras ocurre el naufragio, ya que no hay botes de salvación para la prole.

Como una embarcación transatlántica, Colombia es un país que navega sin rumbo entre dos grandes océanos, mientras sus dueños celebran en cubierta los demás pisoteados se ahogan en sangre tratando de sobrevivir entre tanta pobreza en que se hunde bajo el peso de sus inmensas riquezas, por las que les hacen pagar sin poder disfrutarlas.

Ante un pueblo que al zarpar ya tenía el agua al cuello, la respuesta que ha anticipado el gobierno a la pregunta ¿qué va pasar con Colombia?, está cuantificada en tantas reformas tributarias haya que cargar, dentro de la misma estructura de hacienda promotora de la tercera mayor inequidad del mundo.

Sería impensable que el presidente Duque, con su cara inocente de niño náufrago en el vientre materno, tenga la perversidad de quienes condujeron el Titanic, pero lo que sí es claro, ahora que nos chocamos con la dura realidad que se asoma, en medio de la noche estrellada en que se hunde Colombia, es que nos está pidiendo que nos bajemos a empujar el barco.

 

Columnista invitado por el HOME NOTICIAS

 Rodrigo Zalabata Vega

E–mail: rodrigozalabata@gmail.com

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Editor general El Home Noticias.

4 Comments

  1. Omar dice:

    Estamos sobre una situación que amenaza a todo el pueblo Colombiano,el peor enemigo que tenemos como ciudadanos es el gobierno,el doctor Zalabata hace una gran descripción de esa realidad

  2. Luis fontalvo prieto dice:

    Francamente estamos ante el paroxismo de un proceso cuya responsabilidad cabe a todos los gobiernos que se han sucedido, en términos históricos y sin diferenciar marcas políticas. Zalabata con erudición, la disciplina del estudioso y gran capacidad descriptiva, persiste en retratar con la metáfora la penosa realidad del naufragio que vive el pueblo colombiano, muy seguramente, con la esperanza que tenemos todos que sea capaz de luchar para alcanzar a nado las playas de su liberación.

  3. El viaje del escritor cogió fuerza al superar las primeras aguas pantanosas, abriéndose paso hacia el feliz puerto de la grata comprensión del lector, reflejada en una sutil sonrisa acompañada con un movimiento vertical y repetido de cabeza.

    • Everard dice:

      Ya a esas alturas del viaje todo quedó muy bien dicho y representado, suficientemente asimilable, ante la admiración que emana de lo bien pensado y escrito.
      Que por lo menos la pluma se salve del naufragio, para que lo vuelva a contar. ??

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