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Un gol válido: Columna de opinión del escritor y abogado Rodrigo Zalabata Vega

Gol de Pitana

La FIFA, en su interés de vender su producto como justo y bueno, ha convertido el fútbol en un tribunal abierto en el que se juzga el juego. (Foto cortesía: CONMEBOL)

Un gol válido

OPINIÓN

Sábado, 3  de julio  del 2021

 

Rodrigo Zalabata Vega.Confieso que la columna anterior, que titulé “Un gol inválido”, empecé a escribirla como primera línea de defensa a lo que consideré en tiempo real una gran injusticia por el gol validado por el árbitro argentino Pitana, que permitió el empate de Brasil, enfrentado a Colombia en la Copa América, para abrirle la puerta (literal) a una victoria que al momento final le hizo el cajón de la partida a su agónico rival.

Pero ante tantas emociones contrariadas, al ocultar la vergüenza de haber dejado abandonados en las calles a los heroicos muchachos que han salido a jugarse en cuerpo y alma la vida (literal) en el Paro Nacional, por todo el país, no resistí extrapolar ese espíritu de patria al terreno de juego y sublimar mi nacionalismo (o fanatismo) en los líderes que convocan a jugar con la selección Colombia.

Al justificarme se me coló entre las palabras un discurso del derecho al silencio o no intervención en política de los que representan la selección, y ese político interior que trato de ocultar hablando de fútbol terminó robándome la idea inicial.

Y terminó por convencerme que no debe mezclarse el fútbol con la política, porque termina traicionado y permitiendo del rival un gol, como sucedió contra Brasil, en coro con el “sí fue gol de Yepes” aún no reconocido, para despertarnos un fanatismo nacionalista con el potencial de desatar una guerra entre los dos países, como aquella amenaza de la Maye a su infiel poeta enamorado Rafael Escalona, en la célebre canción La Brasilera: “Te pusiste a decir / que si yo me iba con ella / tú quemabas la frontera / de Colombia y de Brasil”.

No debe meterse la política al campo de fútbol, mejor que meta el fútbol a todo el territorio nacional, para que los jóvenes de Colombia, sin selección, no tengan que correr en las calles si les dan leña y les hacen disparos en vez de darles derechos.

Una vez exorcizado mi demonio político pensé que quedaba liberada mi culpa, pero mi amigo Gustavo Ramírez, quien trabaja en la JEP, avezado ya en escuchar los más terribles secretos de la política de guerra en Colombia, descubrió entre líneas que yo lo que quería era escribir de fútbol en medio del Paro, y me conminó a confesar mi verdad anunciada en mi anterior columna: “Un gol inválido”.

Como puedo tener derecho a un abogado me represento yo mismo, y la terrible confesión que voy a hacer, una vez guardado en mi interior el fanático que llevo por fuera, está condensada en el titular de mi actual columna: “Un gol válido”.

Al trasluz del reglamento la jugada discutida fue legal, pero el análisis debe ir más allá del gol validado. La norma establece en su precepto base: “El balón no estará en juego cuando: …toque a un miembro del equipo arbitral… y, además: 1) un equipo inicie un ataque prometedor, 2) el balón entre directamente en la portería, 3) el equipo en posesión del balón cambie” (los números consecutivos fuera de texto). En todos los casos el juego se reanudará con balón a tierra. Sobre los numerales 2 y 3 no hay a discusión, pues la norma aplica si se realiza el presupuesto de hecho que trae cada subrogado, que no fue el caso en cuestión.

El conflicto armado en Colombia surgió por la discusión del primer punto, “…un equipo inicie un ataque prometedor”, ya que introduce al instante dos preguntas a responder ¿qué es un ataque prometedor? y ¿cuándo se inicia? La primera supondría un ataque que promete el gol, con toda posibilidad de cumplirlo; la segunda, con su adverbio de tiempo, hace inminente que el gol se realice.

Deducido, un ataque prometedor es aquel que, después de tocar el balón a un miembro del equipo arbitral, queda en poder del mismo equipo atacante, ya de manera franca de cara al gol. Lo cual genera una relatividad en la apreciación, porque un balón en los pies de Pelé, Maradona o Messi, desde el medio campo puede ser una jugada más prometedora que un balón en los pies de Tolosa en frente del arco; también la calidad del equipo que ataca; lo cual introduce un factor diferencial de valoración que le quitaría la objetividad al reglamento.

Por ende, ‘cuándo se inicia’ tampoco se definiría por la cercanía al arco, como en aquellas jugadas al final de un partido definitivo en que todo el equipo rival, incluso el arquero, adelanta lineas hasta arco contrario a lograr el gol a toda costa; el equipo atacado puede rechazar el balón que toca al árbitro, con tan buena suerte que rebota hacia su poder e inicia ese ataque prometedor desde su propio arco.

Lo importante aquí es saber que en el primer ítem en cuestión la reglamentación introdujo lo que el derecho penal define como “ingrediente subjetivo”, sobre una acción de juego; es decir, un criterio de valoración que va más allá de la norma en sí, ya que impele decidir, en cada caso, si se trata de una “jugada prometedora”, un ejercicio reflexivo que compromete al árbitro e involucra a los mismos jugadores, así no lo quieran pensar, lo que originó el teatro del absurdo que se vivió en aquel momento de confusión, ya que el árbitro se lleva el pito a la boca sin pitar, la primera línea de Colombia hace un paro esperando el castigo de la autoridad, Ospina se burla del equipo al dejar entrar el balón para que se entienda que la acción es inválida, y los brasileños, reyes del engaño, aprovechan el amague del árbitro para colarse y hacer el gol válido.

La reflexión normativa final es que si el fútbol se juega al azar toda “jugada prometedora” será única e irrepetible, su misma naturaleza es subjetiva, además de lo que piense cada uno de los involucrados en el juego, luego la pregunta es ¿por virtud de una norma puede volverse objetivo lo que en esencia es subjetivo?

En otro sentido, los ítems 2 y 3 se tratan en el derecho penal de “ingredientes normativos”, porque es el hecho el que se realiza en la norma. Si el balón toca un miembro del equipo arbitral y entra directamente en la portería, o cambia de posesión de equipo, la consecuencia será la misma: el balón no estará en juego. Y no se requiere ninguna interpretación.

 

Lo más grave de lo que sucede es por qué sucede, y es que la FIFA, en su interés de vender su producto como justo y bueno, ha convertido el fútbol en un tribunal abierto en el que se juzga el juego, ahora son 22 litigantes que disputan reglamentariamente cada jugada al árbitro de turno, mientras éste es juzgado por un tribunal oculto en las tribunas de los fanáticos, tomando quizás qué en el VAR.

Cuando el fútbol siempre fue la más bella representación de la naturaleza humana, en cuyo terreno de juego quedaba todo el sudor que exalta la vida, cada lágrima con sus pasiones y el forcejeo del amor con que se logra ser feliz.

Como van las cosas hacia el futuro, para ser futbolista se requerirá el pregrado en Derecho, así como hay comentaristas de fútbol que fungiendo de abogados quieren explicar por qué el balompié se juega con los pies.

Después de una simple jugada de fútbol causa terror que pudo llevarnos a una guerra con un país hermano, que si la pensamos a escala Mundial podría desatar la Tercera Guerra Mundial por disputarnos el dominio del balón de la Tierra.

 

Columnista invitado por el HOME NOTICIAS

Rodrigo Zalabata Vega

E–mail: rodrigozalabata@gmail.com

 

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